La importancia de que las familias hispanas participen en la educación de sus hijos

El progreso escolar de los niños tiene dos componentes muy importantes: la familia y los maestros.

Un buen maestro sabe que el proceso de aprendizaje depende, en buena parte, de la información que tenga de sus estudiantes. Eso incluye conocer sus intereses, personalidad, fortalezas y retos.

No obstante, es común que haya una desconexión entre lo que la familia sabe del niño y la información que los maestros tienen. Por ello, compartir ese conocimiento es esencial para crear una relación sólida y asegurar el progreso escolar (especialmente si el niño piensa y aprende de manera diferente).

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A mí me gusta imaginar ese proceso de colaboración como un rompecabezas. Las familias tienen unas piezas y los maestros tienen otras. Lo ideal es armar juntos el rompecabezas para que el estudiante pueda desarrollar todo su potencial.

¿Cómo logramos eso? La respuesta es a través del diálogo.

Personalmente, he desarrollado relaciones profundas y afectivas, no solo con mis estudiantes sino también con sus familias. Gracias a ellas he aprendido cómo ser mejor maestra, ya que sus aportaciones han sido igual de importantes que las de mis colegas.

Sin embargo, muchos padres desconocen que su aporte es muy valioso. De hecho, son ellos los expertos en lo que se refiere a su hijo. Igualmente, debo reconocer que las escuelas no suelen facilitar que los padres compartan lo que saben. Y si ese es el caso con la escuela de su hijo, hay que hacer todo lo posible para que esta situación cambie.

Es cierto que existen barreras lingüísticas y culturales que dificultan la comunicación. Pero es importante que las familias hispanas conozcan sus derechos y los defiendan. Por ejemplo, exigir un intérprete en las reuniones y traducciones de documentos escolares importantes.

Los maestros esperan que los padres se acerquen a ellos con preguntas sobre el desempeño académico de sus hijos. No obstante, muchas familias hispanas piensan que solo tienen que ocuparse del comportamiento, la alimentación y la preparación de los útiles escolares. El proceso de aprendizaje de un niño es una tarea común en la que es indispensable que todos colaboremos.

No temamos hacer preguntas a los maestros. Sugiero que sean sobre las actividades y estrategias de enseñanza que se usan en el aula, y si es posible utilizar o reforzar las mismas estrategias en la casa.

Por ejemplo, en mi salón uso un concepto que se llama “mentalidad de crecimiento”. Las personas con una mentalidad de crecimiento creen que sus habilidades pueden mejorar. Ven sus errores como oportunidades para aprender, en lugar de fracasos. Para desarrollarla en mis estudiantes, uso frases claves en el salón de clases que las familias también pueden usar en sus hogares.

Igualmente, pueden preguntar a los maestros qué actividades pueden realizar en la casa para que su hijo sea más independiente y comprendan mejor cómo piensa y aprende.

Son pocas las veces que intervengo si el estudiante puede hacerlo por sí solo, aunque tarde más en realizarlo. Suelo usar preguntas abiertas (que no se pueden contestar con un sí o un no) y pido que las respondan usando oraciones completas para que desarrollen independencia y capacidad de razonamiento.

Si un estudiante actúa impulsivamente o comete un error, no lo critico. Le pido que identifique cómo solucionarlo y qué haría la próxima vez. Esto favorece que sea responsable y me permite evaluar su nivel de conocimiento.

La colaboración entre su hijo, la escuela y usted es lo más importante para asegurarnos de que el niño desarrolle su potencial. Y para lograrlo, todos tenemos que participar.

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