Más tiempo en los exámenes versus exámenes sin límite de tiempo para mi hijo que comenzará la universidad
Es una mañana tranquila de verano. Estoy sentada en una habitación vacía enorme en la universidad a la que mi hijo asistirá en el otoño.
Mi hijo se encuentra en el auditorio del Centro de Exámenes de la Oficina de Servicios para Estudiantes con Discapacidades de la universidad. Está realizando el Accuplacer, una prueba para determinar su nivel basada en habilidades y conocimientos.
El Accuplacer medirá si mi hijo está preparado para la universidad en lo que se refiere a matemáticas y a inglés, de acuerdo a los dioses de los exámenes.
Los estudiantes, por lo general presentan el Accuplacer cuando las calificaciones de su SAT o ACT no cumplen los requisitos de admisión de las universidades. También éste examen es un requisito para los estudiantes que nunca han presentado el SAT o el ACT.
Mi hijo presentó el ACT tres veces durante su último año de bachillerato. En dos ocasiones tuvo la adaptación del tiempo extendido. Esto le permitió tener 50% más de tiempo para realizar cada uno de esos dos exámenes.
A diferencia del SAT o el ACT, el Accuplacer permite que los estudiantes no tengan límite de tiempo para realizar el examen. Técnicamente, yo podía quedarme sentada aquí hasta que las vacas regresaran a sus casas.
Pero no me quejo, es un lindo día.
Esta mañana mi hijo se levantó inusualmente radiante y alegre. Le ofrecí prepararle huevos revueltos para desayunar (pensé que una buena dosis de proteína podría ayudarlo a aprobar álgebra elemental y habilidades para formar oraciones 101).
Él rechazó mis huevos con un gesto y se sirvió un plato de cereal.
Lo observé de reojo mientras comía. Leía ficción de fans (FanFiction) en su teléfono inteligente y sonreía entre un bocado y el siguiente.
Mi mirada se fue hacia arriba. Pensé sobre esas mañanas oscuras, silenciosas previas al examen ATC. Pero hoy era diferente, tanto como la noche y el día.
Mi hijo en realidad estaba tan feliz como una lombriz. Y yo necesitaba saber el motivo.
Así que le comenté (en mi manera astuta de mamá, je, je) que estaba de muy buen ánimo para ser un día en el que presentaba un examen.
“Sin límite de tiempo”, afirmó con naturalidad.
Guau, ¡esas palabras tenían un poder mágico sobre él! Me detuve por un momento y luego entendí.
Era la idea de tener tiempo limitado, sin importar qué tanto lo extendiera, lo que ha venido afectando los nervios de mi hijo y preocupándolo.
Los chicos como el mío hacen exámenes como guerreros. Se mantienen firmes y no quieren aceptar una derrota. Pero el tiempo es el verdugo que se oculta en las sombras con su reloj de arena. Cuando la arena se escurre, el tiempo (extendido) se agota.
Pero el examen de hoy es diferente. Mi hijo posee el regalo del tiempo. Que los dioses de los exámenes lo favorezcan.
O por lo menos durante los próximos años.
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