Querido hijo, la escuela es importante pero no lo es todo

Cuando estaba en primer grado, hace tres décadas, yo no me acuerdo que hubiera tanta tarea. Y definitivamente no me acuerdo de haber estado tan estresado con la tarea.

Los tiempos han cambiado.

Para mi hijo, primer grado significa hacer tarea por lo menos dos noches. El maestro espera que sea terminada y entregada a tiempo. Es un asunto serio. Y mi hijo se lo toma muy en serio.

A diferencia mía, él es un perfeccionista. También es rígido en su manera de pensar. Si algo no va bien o da un giro inesperado, se molesta.

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Por lo que él trata cada tarea escolar como algo valioso. Debe ser terminada y devuelta a tiempo, y de la manera en que el maestro la quiere.

De muchas maneras eso es algo bueno, hasta que deja de serlo.

Hace unas semanas encontré a mi hijo en la mesa del comedor intentando terminar una tarea de escritura. Se suponía que debía copiar palabras de una lista, pero no había avanzado mucho. Escribía y borraba frenéticamente, frustrándose cada vez más.

“¿Qué tal, cómo te va?”, le pregunté.

Totalmente absorto, no se percató de mi presencia.

Le toqué el hombro. “¿Cómo vas con tu tarea?”

Sorprendido, me miró con ojos inexpresivos y el ceño fruncido. Me di cuenta de que había borrado tantas veces en el mismo sitio que había un hueco en el papel.

Suavemente le quité el lápiz de las manos.

“No vas a poder escribir ahí. Voy a traer un cinta adhesiva y …”

“¡No! a la maestra B no le va a gustar”, contestó enojado. “Necesito hacer las letras”. Agarró de nuevo el lápiz y volvió a concentrarse en la hoja.

Resopló un poco y yo retrocedí para darle un poco de espacio.

Casi una hora más tarde le pedí que jugara futbol de mesa conmigo, y lo hizo. Estaba de mejor humor, mientras giraba los rodillos futbolito y anotaba un gol. Decidí hablar con él.

“Tuviste un mal momento con tu tarea, ¿verdad?”

“Sí”.

“¿Sabes?, no debe ser perfecta. Estás practicando para mejorar”.

“Yo quiero que mi tarea sea como la de los demás. Quiero ser bueno en la escuela”.

Un millón de pensamientos me pasaron por la cabeza. Mi hijo ha estado recibiendo muchos mensajes de parte de nosotros, de sus maestros y de sus compañeros de clase sobre la importancia de la escuela. Claramente lo ha asimilado de manera positiva y quizás no tan positiva.

Respiré hondo, recordando algo que una vez escribió el experto Jim Rein en Understood. Y le dije, “la escuela es importante, y tu mamá y yo esperamos que te esfuerces. Pero la escuela no lo es todo. Te amamos sin importar nada más. Tú eres un gran niño, sin importar nada más”.

Él asintió y nos quedamos en silencio un minuto.

“¿Quieres seguir jugando?”, le pregunté.

Una sonrisa apareció en su rostro. “Sí, y te voy a enseñar a jugar”.

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