Después de una reunión del IEP, mi esposo y yo finalmente nos pusimos de acuerdo

Mi esposo y yo asistimos a nuestra primera reunión del IEP, sin que ninguno de los dos tuviéramos idea qué esperar. Cuando entramos en la sala habían 10 personas sentadas alrededor de una gran mesa de conferencias para hablar sobre nuestro hijo Alec, quien tiene y .

Varias semanas antes habíamos visitado al psicólogo de la escuela para conocer los resultados de su evaluación. Ahora nos reuníamos con el equipo para saber si calificaba para los servicios de , y si era así, cuáles serían.

Habíamos recorrido un largo camino hasta llegar a este punto, y mi esposo y yo no siempre estábamos de acuerdo. Ahora sé lo comunes que éramos. Yo estaba muy envuelta en los problemas que tenía mi hijo, mientras que mi esposo operaba desde lejos. Yo estaba pronta a aceptar y actuar; él era más precavido.

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Cuando Alec estaba en el primer grado me di cuenta que tenía problemas para leer y escribir. Se angustiaba cuando veía a sus compañeros hacer tareas que él no podía. Empecé a investigar y se me ocurrió una lista de verificación de 10 señales de la dislexia. Si observa en su hijo cuatro o más de estas señales, podría tener dislexia. Mi hijo tenía nueve.

Se la mostré a mi esposo pensando que había encontrado la respuesta. Estaba lista para profundizar, aprender lo más que pudiera y hacer que Alec fuera evaluado. Asumí que mi esposo opinaría lo mismo, pero él reaccionó de manera diferente. Me dijo que él había tenido problemas en la escuela y que no debíamos apresurarnos en ponerle una etiqueta a nuestro hijo.

Así que esperamos. Alec continuó teniendo problemas y su autoestima se debilitó. Hacer la tarea escolar le era particularmente difícil. Después de la escuela regresaba a casa cansado y frustrado. Tardaba horas en terminar las tareas. La mayoría de las veces mi esposo no estaba en casa cuando sucedía la batalla de la tarea, y por lo tanto no comprendía completamente el estrés que ocasionaba. Él creía que nuestro hijo no se esforzaba lo suficiente.

Yo también me estaba sintiendo frustrada. Quería que mi esposo viera lo que yo estaba viendo. Por lo que le pedí que trabajara con Alec en su lista semanal de nuevas palabras. Todas las noches mi esposo se sentaba con él y le hacía escribir las palabras una y otra vez, y después lo examinaba para ver si podía recordarlas. Comenzaron a revisar palabras más complicadas con mayor frecuencia, y todas las noches terminaban discutiendo.

Finalmente, a la hora del examen de ortografía y pronunciación en la escuela, Alec inevitablemente fallaba, equivocándose en palabras que había aprendido durante la semana. Mi esposo rápidamente se dio cuenta que no era que Alec no se estuviera esforzando, sino que se trataba de algo más.

Asistir a esa primera reunión del IEP, ver a todos los educadores alrededor de la mesa hablándonos sobre nuestro hijo y sus problemas, hizo que mi esposo entendiera. Se dio cuenta que no iba a ser fácil. Comprendió que teníamos que trabajar unidos para ofrecer a nuestro hijo lo que necesitaba para salir adelante.

Cuando terminó la reunión comentamos los pormenores. Aunque siempre hemos trabajado en equipo en otros aspectos de nuestro matrimonio, finalmente sentí que había entendimiento también en esto.

Después de ese día, él asistió a todas las reuniones del IEP que tuvimos. No habló mucho en ellas, pero escuchó con mucha atención. Fue un alivio tener a alguien con quien hablar antes y después de las reuniones. Alguien que estaba escuchando las mismas cosas que yo.

Me hizo darme cuenta lo importante que era para los padres contar con un compañero en este proceso. Esa persona no tiene que ser necesariamente un esposo, un miembro de la familia o un amigo cercano también pueden cumplir ese papel.

Una vez que Alec estuvo en el camino correcto, recibiendo la ayuda que necesitaba, inicié un grupo de apoyo para padres de niños con discapacidades. Quería ayudar a otros padres que tenían dificultad para ayudar a sus hijos. Quería ofrecerles una comunidad para que no se sintieran solos.

Mi esposo asistió a cada reunión, acomodando las sillas, poniendo café y bocadillos. Permanecía en segundo plano pero siempre estuvo presente. Entendió lo importante que era. No necesitaba decir nada para demostrar su apoyo; estar presente lo decía todo.

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