Un mensaje para mi antiguo yo de 17 años sobre tener discapacidades del aprendizaje no verbal

“Si usted pudiera decirle tres palabras a su antiguo o de 17 años de edad, ¿cuáles serían?”.

Esta pregunta publicada por un amigo hace varios meses resaltaba en mi muro de Facebook. De inmediato me hizo recordar quién era yo a los 17 años y lo lejos que he llegado a pesar de todos mis problemas con las discapacidades del aprendizaje no verbal.

Cerré los ojos, respiré profundo y tecleé tres palabras: “Va a mejorar”.

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Toda mi vida supe que había algo diferente en mí. A los dos 2 años y medio leía todo tipo de libros y era capaz de hablar usando oraciones completas. A los 8 años empecé a escribir poesía abstracta e historias cortas. Mi ortografía era impecable y logré concursar en el Spelling Bee de la ciudad de Nueva York. Ayudó el hecho de que tengo una memoria extraordinariamente precisa, particularmente para lo que dicen las personas.

Cuando estaba en primaria muchas personas pensaron que yo era un prodigio debido a estos rasgos. Sin embargo, también habían cosas que sorprendentemente me resultaban difíciles.

Por ejemplo, tenía dificultades con las matemáticas de manera consistente. Todas las noches mi madre se sentaba conmigo durante horas para ayudarme a terminar mi tarea de matemáticas. A menudo me frustraba con los deberes escolares porque procesaba la información lentamente. Le gritaba a mis padres que odiaba hacer la tarea.

Logré manejar mis dificultades durante la primaria y la escuela media. Pero cuando llegué al bachillerato estaba reprobando casi todas las asignaturas. Las exigencias eran mayores, los temas más complicados y mi mamá no podía hacer mucho más para ayudarme.

Durante mi primer año de bachillerato mi escuela recomendó que me realizarán una evaluación. Fue entonces cuando mis problemas fueron entendidos. Tenía problemas con la percepción de la profundidad, con las habilidades motoras finas, para entender las señales sociales, con la velocidad de procesamiento y con la memoria visual y las destrezas visoespaciales. Fui diagnosticada con una discapacidad del aprendizaje no verbal o DANV (NVLD, por sus siglas en inglés). Lentamente, todas las piezas del rompecabezas de mi vida empezaron a encajar.

Por una parte me sentí molesta y dolida. Las personas me habían dicho que no me esforzaba lo suficiente o que no estudiaba para los exámenes de la forma correcta, cuando claramente yo hacía lo mejor que podía. Al mismo tiempo, me sentí aliviada al saber el motivo de mis problemas. No se debía a que yo fuera torpe, incapaz o tonta, como a veces solía pensar.

A pesar del sentimiento de alivio por conocer que tenía una discapacidad del aprendizaje no verbal, las cosas empeoraron en 11º grado. Experimenté una ansiedad creciente al pensar en mi vida y mi futuro. No sabía lo que iba a estudiar en la universidad. Ver a mis compañeros de clase hacer sus solicitudes de admisión y ser aceptados en universidades fantásticas me hizo sentir excluida y aislada.

Afortunadamente mi familia se enteró de Landmark College, una universidad para estudiantes que tienen discapacidades del aprendizaje. Me reuní con la directora de admisión y me sugirió que intentara su programa de verano de tres semanas para estudiantes de bachillerato.

La miré con mis ojos llenos de lágrimas y le dije: “¿Por qué debo creerle? Nada ha funcionado”. Ella me dijo que entendía mi escepticismo y me animó a que intentara el programa.

Así que ese verano, mi persona de 17 años de edad asistió a regañadientes a Landmark College durante tres semanas, y me fascinó. Era el lugar adecuado para mí. Conocí a otros jóvenes de mi edad que tenían dificultades de aprendizaje y de atención y que tenían problemas similares. Hice amigos maravillosos. La enseñanza estaba específicamente diseñada para estudiantes que aprenden de manera diferente.

Después de graduarme de bachillerato ingresé a Landmark como estudiante a tiempo completo. Continuaba aterrada con la idea de fracasar, pero aprendí a lidiar con mis retos y a estudiar con eficacia. Fue como volver a aprender cómo aprender. Incluso empecé a escribir otra vez poesía e historias cortas, a lo cual había renunciado durante el bachillerato. También descubrí mi pasión por el atletismo.

Me gradué summa cum laude en Landmark con un grado de asociada en estudios liberales. Fui reconocida con el Premio Académico Dean. Dos años más tarde, me gradué en Manhattanville College con un título de pregrado (BA) en psicología. De nuevo fui reconocida, esta vez con una distinción del departamento.

“The Road Not Taken” (“El camino menos transitado”) de Robert Frost es mi poema favorito. Refleja los retos que enfrenté con mi discapacidad del aprendizaje no verbal, una diferencia de aprendizaje que frecuentemente no se entiende. Al tener esa discapacidad y asistir a dos universidades diferentes, sé que había tomado el camino “menos transitado”. Estoy acostumbrada a tener que explicar cuáles son mis retos, y una de mis metas es educar a las personas sobre las discapacidad del aprendizaje no verbal.

A los 17 años no tenía idea de que las cosas iban a mejorar. Si alguien me hubiera dicho en ese entonces que me iba a graduar en dos universidades (¡con honores!), nunca les hubiera creído. Mi camino ha tenido muchos tropiezos y obstáculos, pero sigo adelante. Ahora tengo 22 años y en los momentos en que siento que voy a darme por vencida, recuerdo lo que he logrado y lo lejos que he llegado.

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