Qué aprendí sobre mi hijo con TDAH al tener la maestra “equivocada”

A lo largo de los años, el TDAH le causó problemas a mi hijo en la escuela. Pero no todos los años.

Un año podía tener una experiencia buena que le daba seguridad en sí mismo, el siguiente era un año difícil que lo desmoralizaba. No tardé mucho en comprender que el factor más importante era el tipo de maestro que tenía.

Un maestro flexible y tolerante equivalía a un buen año. Un maestro rígido que lo consideraba un inconveniente significaba uno malo. El problema era que cuando mi hijo tenía un mal año se sentía muy mal consigo mismo.

Eso lo notamos inicialmente en preescolar, varios años antes de que fuera diagnosticado.

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Un día hacia el final del año escolar recibí una llamada de la escuela cuando estaba en mi oficina. Mi hijo, que acababa de cumplir cuatro años, había sido suspendido el resto del día por haber mordido a un compañero peleando por un bloque de construcción.

Nunca había hecho algo así, y no hicimos gran alboroto por ello. No obstante, durante varios días él repetía: “Soy malo…soy malo”.

Ahora sé que hubiese tenido que mantenerme en comunicación con la maestra durante el año escolar. Pero no fue hasta que ocurrió ese incidente que solicité una reunión.

Al reunirme con ella todo lo que escuché fue lo “mal” que se portaba mi hijo. Que se levantaba durante el periodo de descanso y caminaba por el salón (su solución fue darle más tiempo de descanso). Que se quitaba los zapatos a pesar de que se le indicaba que no lo hiciera.

Y justo ese día, él no comió su almuerzo, a pesar de que ella le indicó que lo hiciera. En cambio, él se levantó y lo tiró. Esto al menos podía explicarlo: Esa mañana él había desayunado mucho.

Pero en vez de decir: “Ah, ahora entiendo por qué no tenía hambre”, bruscamente contestó: “Pienso que debería ser evaluado”.

Yo estaba desconcertada. No obstante, algunas semanas después pedí a la directora del preescolar que me diera su opinión. Me dijo que claramente la maestra no era la adecuada para mi hijo y que esperara a ver qué ocurría el próximo año.

Estaba en lo cierto. ¡El siguiente año de preescolar fue mucho mejor! La nueva maestra de mi hijo lo adoraba. Pensaba que su energía y su creatividad eran magníficas y que era un chico único y encantador. Nunca más lo escuchamos decir que era “malo”.

Sin embargo, en primer grado sus dificultades para concentrarse y controlarse le causaban problemas. También estaba teniendo problemas para aprender a leer. Su maestra de primer grado (a quien quería mucho) sugirió que fuera evaluado. Esta vez lo hicimos.

Resultó que tenía TDAH y . Las y la enseñanza especializada en lectura ayudaron. También los medicamentos para el TDAH. Aun así, lo que marcó la gran diferencia en primaria fue el maestro que tuviera.

Yo nunca esperé que todos los años fueran maravillosos o que todos los maestros fueran los adecuados. Considero que es beneficioso que mi hijo tenga altas y bajas, y que aprenda a adaptarse y manejarlo. Pero cada vez que le tocaba un maestro que lo criticaba por lo que él era causaba un efecto adverso. Y la mala opinión que tenía sobre él mismo iba aumentando.

Las cosas mejoraron una vez que él empezó a recibir los servicios de . Al final de cada año nos sentábamos con el coordinador de servicios y discutíamos qué maestro sería adecuado para el próximo año. Tuvimos suerte, la escuela siempre trató de colaborar con nosotros para encontrar a la persona indicada.

También aprendí lo importante que es comunicarse con el maestro desde el principio del año y con frecuencia. Intenté programar una reunión la primera semana de clases para poder explicarle las limitaciones y aptitudes de mi hijo. En una ocasión, un maestro que no parecía ser la más adecuado para mi hijo, resultó ser excelente cuando empezamos a comunicarnos.

Eso no impidió totalmente que mi hijo tuviera malas relaciones con los maestros. Pero al ir creciendo, tener un maestro inadecuado se convirtió en un problema menor. En la escuela media y el bachillerato tuvo más de un maestro por año. Además aprendió a adaptarse a diferentes personalidades y estilos de enseñanza.

Lo más importante es que mejoraron sus destrezas para abogar por sí mismo y pudo explicar sus problemas a los maestros. Después de eso ya casi no escuchamos que hubieran problemas con los maestros.

Estoy segura de que ocasionalmente seguía teniendo experiencias negativas y que probablemente su autoestima se veía disminuida, pero sin duda no siguió culpándose.

Obtenga sugerencias sobre cómo mejorar su relación con el maestro de su hijo. Utilice estas oraciones de apertura para ayudar a iniciar la conversación. Y lea los consejos de expertos sobre el cambio de maestros durante el año escolar.

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