La pregunta que siempre me hacen acerca de la dislexia de mi hijo

Como madre de un niño con , me he esforzado durante años por encontrar la respuesta correcta a una pregunta.

Es una pregunta que me hacen con frecuencia otros padres de niños con dislexia.Por lo general, surge después de hablar de experiencias compartidas: cuándo nos dimos cuenta de las señales de advertencia, dónde buscamos ayuda, cómo ha sido la experiencia escolar, etc.

Es entonces cuando me preguntan…

“¿Qué tan severa es la dislexia de su hijo?”.

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Mmm, me pregunto, ¿cómo medimos eso? Porque yo sé que “severa” no es un término médico.

¿Estamos hablando de cuántos años de enseñanza y tutoría ha tenido debido a su dislexia? ¿Qué tanto (o qué tan poco) ha progresado? O quizás ¿cuánto afecta su rendimiento académico?

¿Tal vez estamos hablando de las que usa en la escuela? ¿O del impacto de la dislexia en sus emociones y autoestima?

Algunos podrían decir: Kristin, si no estás segura de cuán severa es su dislexia, debe ser que no es tan grave.

Bueno, me gusta pensar que soy una mamá del tipo que ve el vaso medio lleno. Pero no es fácil definir y resumir la diferencia de aprendizaje permanente de mi hijo en una respuesta concisa.

Si, algunos días parece severa.

Me pareció severa el año pasado cuando mi hijo estaba en séptimo grado y le pedí a la escuela un reporte de sus habilidades de escritura. La evaluación mostró que su ortografía estaba en el segundo percentil inferior. Su gramática y uso de mayúsculas estaban en el décimo percentil inferior. Esto fue después de dos años de enseñanza intensiva.

También me pareció severa cuando vi su firma en la hoja de asistencia a natación. Tuve que contener las lágrimas cuando me di cuenta de que era totalmente ilegible.

Pero otras veces, no me parece “severa”.

Mi hijo es un estudiante destacado. Está en clases de honor. Es feliz y tiene grandes amigos. Canta hermoso y toca el ukulele (sí, ¡ukulele!) como no se imagina.

Aboga por sí mismo ante el personal de la escuela ¡e incluso ante políticos! (De hecho habló sobre la dislexia con un congresista).

Recientemente tuvimos una reunión para discutir su transición al bachillerato. El coordinador de transición de la escuela le preguntó: “Veo que te gusta la matemática. ¿Qué te gustaría hacer en el futuro?”.

Mi hijo miró a los ojos a cada uno de los seis adultos presentes en la reunión, y luego dijo:

“Bueno, lo que realmente quiero es convertirme en un astrofísico teórico. Para poder lograrlo necesito asistir a los cursos de matemática más avanzados que ofrece su escuela. Pues sí, me gustan las matemáticas”.

En mi interior rebosaba de alegría: ¡Qué niño tan maravilloso!

Así que cuando las personas me preguntan cuán “severa” es su dislexia, no tengo una sola respuesta. La dislexia es algo demasiado amplio y extenso como para asignar una etiqueta a otra etiqueta.

Pero tampoco me molesta la pregunta.

Me siento afortunada, después de muchos años de sentirme sola, de tener ahora muchos amigos, otros padres como yo y personas a quienes considero compañeros de camino. Nos une el vínculo de estar criando a un niño con dislexia. Y ya sea que tenga respuesta o no, la pregunta es otra manera de acercarnos.