El día que rechacé el IEP de mi hijo

Mi hijo, que ahora tiene 8 años, ha tenido servicios especiales desde que tenía un año de edad. Yo siempre he estado agradecido por el apoyo que ha obtenido de la escuela y casi nunca he cuestionado las recomendaciones de sus maestros.

Pero, al acercarse el día de la reunión anual del , sucedió algo diferente. Durante los dos últimos años mi hijo ha estado en lo que se conoce como una  “clase autocontenida”, un ambiente seguro con una profesora excelente y cuatro asistentes que atienden a siete niños con necesidades especiales. Estaba en ese salón durante las mañanas y en la tarde asistía a clases en un salón de educación general más grande.

A mi hijo le iba bien académica y socialmente, pero yo no dejaba de preguntarme si habrían otras opciones. Antes de la reunión anual de su IEP le pregunté a su maestro qué iba a sugerir para el próximo año. Me dijo que pensaba que lo mejor era que mi hijo continuara en una clase autocontenida. Oír eso me desanimó. Yo sentía que mi hijo estaba listo para avanzar a otro nivel.

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La escuela había estado haciendo un buen trabajo, ese no era el problema. Pero una clase autocontenida me parecía la opción más restrictiva. Sabía que el próximo nivel era una clase general de enseñanza compartida, donde los estudiantes de educación general y especial están juntos en el mismo salón de clases. Pensé que tal vez era una buena opción para él.

Le pedí consejo a una amiga que trabajaba como padre defensor. Él me aseguró que si no estaba 100% satisfecho con la colocación, como padre tenía derecho a rechazar el IEP propuesto y solicitar que la escuela hiciera uno nuevo.

El día de la reunión anual del IEP yo estaba muy nervioso. La escuela ha hecho mucho por mi hijo y, casi nunca, había tenido motivos para quejarme. ¿El personal de la escuela se ofendería si rechazaba el IEP? ¿Los maestros pensarían que yo no valoraba todo lo que ellos habían hecho?

La reunión comenzó y el maestro y el psicólogo escolar expusieron sus razones. Escuché pacientemente todo lo que dijeron. Cuando me tocó el turno de hablar, primero les agradecí sus esfuerzos por ayudar a mi hijo y luego expuse lo que pensaba.

Dije que la mayoría de las dificultades de mi hijo estaban relacionadas con sus destrezas sociales. Y a continuación expresé mis preocupaciones: ¿En una clase autocontenida se prestaría suficiente atención al desarrolllo de sus habilidades sociales? ¿Podría manejar mayores exigencias académicas en una situación más parecida a una clase regular? Afirmé que en una clase de enseñanza compartida se haría hincapié en su desarrollo social. Y que aunque sus exigencias académicas aumentarían, yo creía que mi hijo podría manejarlas.

Todo el equipo del IEP me escuchó. Sin embargo, admitieron que no lo querían cambiar de la clase autocontenida a la clase de enseñanza compartida. Así que el momento difícil llegó. Dije que rechazaba el IEP que estaban proponiendo.

Esperaba con temor la explosión que pensé iba a pasar, pero el maestro de mi hijo me agradeció y dijo que encontraríamos una solución. El psicólogo me dijo que se reuniría conmigo nuevamente al cabo de un mes luego de que hiciera sus investigaciones.

Al cabo de un mes me reuní con el psicólogo como habíamos acordado. Él había comparado la situación de mi hijo con la de algunos niños que estarían en la clase de enseñanza compartida y encontró que sus niveles académicos eran similares. Mi hijo tiene dificultades para socializar, pero el psicólogo dijo que si yo como padre iba a luchar por lograr que mi hijo avanzara a un nivel superior, él también lo haría. No tengo palabras para explicar lo bien que me sentí cuando lo escuché.

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