Practicar mejora el funcionamiento ejecutivo

No es fácil tener dificultades del funcionamiento ejecutivo. He visto a los padres más dedicados y comprensivos y a los mejores maestros darse por vencidos al tratar de entender qué sucede con los niños que tienen problemas con la organización, la planificación y la noción del tiempo.

Es fácil pensar equivocadamente que un niño con dificultades del funcionamiento ejecutivo es descuidado, perezoso, rudo o está confundido. Y es difícil sentir empatía cuando eso es lo que se piensa.

Las conversaciones que he tenido con esos niños me muestran que ellos también están confundidos. Se preocupan por tratar de hacer las cosas. Es posible que sepan cómo hacerlas. Pero pareciera que nunca lo consiguen. Las consecuencias se presentan tanto dentro como fuera de la escuela.

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Inteligente, sociable y deportista, pero “poco confiable”

Uno de mis estudiantes adolescentes, llamémoslo Carlos, tenía dificultades del funcionamiento ejecutivo importantes. Lo recuerdo bien porque me volvió loco a mí y a los demás maestros. Era inteligente, sociable y deportista. Parecía interesado en la clase, pero nunca entregaba los trabajos. Era agradable, pero los demás niños no lo incluían porque no hacía lo que decía que haría. Todos afirmaban que no se podía “confiar” en Carlos.

Sus maestros intentaron muchas estrategias diferentes durante la primaria y la escuela media. Pero las estrategias se cambiaban y no se usaban continuamente. Al comienzo del bachillerato, Carlos tenía pocos amigos. Solía ser uno de los mejores jugadores de sus equipos deportivos, pero su desempeño se volvió inconsistente. Carlos sabía que había decepcionado a algunas personas, así que dejó de esforzarse.

Practicar, practicar, practicar

Después de haber trabajado con muchos niños como Carlos descubrí que la mejor manera de abordar las dificultades del funcionamiento ejecutivo es la práctica repetida de estrategias simples que logren satisfacer las necesidades cambiantes a lo largo del tiempo.

Por ejemplo, los niños pequeños que aprenden a utilizar un horario ilustrado, pueden aprender a utilizar un calendario para planificar tareas a largo plazo a medida que crecen. Un niño que aprende a utilizar una carpeta con separadores diferentes, puede aprender a utilizar carpetas en el correo electrónico más adelante. Las mismas ideas básicas en que se fundamentan esas estrategias pueden crecer junto al niño a medida que la vida se hace más compleja.

Practicar es la clave. En su libro Outliers: The Story of Success, el periodista Malcolm Gladwell escribe que se necesitan 10.000 horas de práctica para dominar verdaderamente una habilidad. Da ejemplos de músicos y programadores informáticos de alto nivel.

Por supuesto que no estoy diciendo que un niño debe dedicar 10.000 horas a practicar una sola estrategia. Pero sí creo que solemos subestimar enormemente la cantidad de práctica que necesita un niño para dominar una estrategia. A veces, cambiamos el enfoque demasiado pronto.

La organización, la planificación y el manejo del tiempo no surgen siempre de forma natural. Un niño necesita practicar mucho para que una estrategia se vuelva automática. Depende de nosotros, padres y maestros, proporcionar a nuestros niños el tiempo y el apoyo necesarios para que puedan lograrlo.

A Carlos le terminó yendo bastante bien en el bachillerato gracias a la ayuda de sus padres y algunos maestros. Eligió una universidad que tenía un buen programa de apoyo. Le gustó la universidad e hizo amigos que, según sus palabras, “aprecian [su] noción del tiempo”. Se graduó en cinco años y ahora se esfuerza por conseguir establecerse en su profesión. ¿Cómo lo hizo? Todo se redujo a practicar estrategias de manera consistente para poder realizar las cosas más importantes a tiempo.