Cómo una estudiante con dislexia cambió mi carrera de maestra (y mi vida)

Ese año Sarah era nueva en la escuela. Llegó a mi clase de tercer grado como una niña tímida de 8 años de edad.

Desde el comienzo, la familia de Sarah fue muy honesta sobre sus diferencias de aprendizaje. Me dijeron que el año anterior había sido evaluada y diagnosticada con dislexia. Escuché a la familia, aunque no comprendí de inmediato cómo la dislexia se manifestaría en el salón de clases. Pero pronto lo sabría.

Todas las mañanas teníamos un periodo estructurado en el que los estudiantes escribían libremente sobre cualquier cosa que los inspirara. Para Sarah era una oportunidad propicia para explorar y crear. Escribía sin descanso, página tras página.

No obstante, cuando pasé por su pupitre me di cuenta de que no podía entender gran parte de lo que había escrito. Su ortografía era terrible y su puntuación inexistente.

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Escribiendo...
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Me detuve y le pedí que leyera la historia que había escrito. Me habló casi susurrando, pero el brillo de sus ojos era inconfundible. Al leer, apareció un relato sofisticado lleno de suspenso e imágenes.

Estaba sorprendida. Tenía una talentosa narradora en la clase. ¿Cómo Sarah podía ser una escritora si apenas podía escribir sin errores gramaticales?

Era mi sexto año como maestra. Hasta ese momento, no tenía una educación formal en diferencias de aprendizaje como la dislexia. Desafortunadamente, mi maestría en educación primaria no la incluía. Así que no estaba completamente preparada para responder.

Claramente Sarah tenía ideas e historias que contar. ¿Realmente importaba la ortografía? ¿El objetivo de la clase de escritura era tener una ortografía perfecta o experimentar con una trama y desarrollar la imaginación?

Ese tipo de preguntas me hizo reflexionar sobre cómo enseñaba. Antes de Sarah, yo enseñaba a leer y a escribir de la manera “tradicional”.

Debido a que Sarah tenía dislexia, necesitaba explorar otras maneras para que leyera y escribiera. Así que la animé a que usara audiolibros. Pedí a sus padres que le leyeran y escribieran las historias que ella les dictaba.

Aunque continuamos trabajando con la ortografía, nunca dejé que se interpusiera en su creatividad al escribir. Sarah me ayudó a entender que yo tenía que pensar creativamente, que no había una manera de aprender que sirviera a todos por igual.

Afortunadamente, sus padres fueron pacientes. Confiaron en mi experiencia docente para transitar por lugares desconocidos. Colaboraron conmigo como aliados.

Durante los próximos años, desarrollé una relación con su familia y fui testigo del rol fundamental y necesario de los padres en la defensa de sus hijos. Observé que como resultado Sarah aprendió a abogar por sus necesidades, al ir aceptando la forma como aprendía. Esta experiencia me condujo a enfocar mi carrera de maestra en niños que piensan y aprenden de manera diferente.

Luego de varios años dejé de enseñar en el salón de clases para trabajar con estudiantes de manera individual. Empecé a ejercer como especialista en educación y apoyé a estudiantes con dislexia y dificultades de atención, entre otros desafíos.

Me capacité en métodos de enseñanza multisensorial para ayudar mejor a mis alumnos. Tuve experiencias en diferentes entornos escolares y aprendí lo que funcionaba y no funcionaba para mis estudiantes. Incluso trabajé con Sarah individualmente fuera de la escuela.

Finalmente regresé a trabajar en una escuela, pero esta vez como especialista en aprendizaje. Fue el rol perfecto para apoyar al equipo de personas que es vital para el éxito de los estudiantes con diferencias en la manera de pensar y aprender: el maestro, el estudiante y los padres. Hasta la fecha continúo ejerciendo ese rol.

Aprecio trabajar con maestros que se parecen a quien era yo antes de conocer a Sarah. Lo que ahora entiendo es que los maestros a veces llegamos a conclusiones prematuras sobre el potencial de nuestros estudiantes, sin explorar más profundamente los talentos que aportan.

Puede que nos acostumbremos tanto a la forma en que hacemos las cosas que no podemos reflexionar sobre cómo enseñamos o cambiar nuestro método para que se adapte a las necesidades de nuestros estudiantes.

Lo entiendo. Yo también era así. De igual manera que lo es para los estudiantes, también es un proceso de aprendizaje para los maestros. Es un proceso importante del que me encanta formar parte.

En cuanto a Sarah, asistió a un bachillerato en arte enfocado en escritura creativa. Se graduó en la universidad el pasado diciembre, y tuve el privilegio de estar presente para celebrar sus logros.

Dicen que los maestros nunca sabemos el impacto que tenemos en nuestros alumnos. No obstante, yo sé el impacto que Sarah tuvo y continúa teniendo en mí.


Obtenga más información sobre por qué es importante colaborar con el maestro de su hijo. Aprenda oraciones que lo ayuden a iniciar la conversación con el maestro. Revise nuestra guía sobre adaptaciones en el aula para la dislexia.