“¿Estoy haciendo trampa?” Por qué me avergonzaba de usar adaptaciones para la dislexia

Sentirse “tonto” es una experiencia muy común entre los estudiantes que tienen dificultades de aprendizaje y de atención. Tanto así que cuando obtenemos una buena calificación, podríamos pensar que realmente no la merecemos.

Ese fue mi caso. Cuando me empezó a ir bien en la escuela, después de años de tutoría y de usar , desarrollé sentimientos de culpa e inseguridad. Parecía que el éxito y las dificultades de aprendizaje eran como el agua y el aceite…no se mezclan.

Por ser una niña con dislexia tuve problemas para palabras sencillas y entender aritmética básica. Solo salía bien si tenía apoyo y adaptaciones.

Durante la escuela media estaba aprendiendo a manejar las exigencias académicas cada vez mejor. Estaba ganando más batallas contra noches interminables haciendo tareas. Mi lucha contra los exámenes estaba terminando con más victorias que derrotas.

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Escribiendo...
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Pero, para mi sorpresa, ese éxito estuvo acompañado de vergüenza y duda en lugar de satisfacción.

Tengo un recuerdo doloroso relacionado con un trabajo de investigación en la escuela media. Trabajé en él todos los días durante las vacaciones de invierno. Estaba muy orgullosa de mi trabajo y, cuando recibí una A, supe que me merecía esa calificación.

Sin embargo, mi maestra pensó que mi trabajo era “sospechoso”. Supongo que no podía creer que yo fuera capaz de escribirlo tan bien, cuando mi trabajo escrito en clase era un acertijo lleno de errores ortográficos.

Así que nos pidió a mi madre y a mí que le explicáramos cómo había podido escribir el trabajo. Creo que quería determinar si en realidad me merecía la “A”.

Nos reunimos con mi maestra y le explicamos que yo había estado al mando durante el proceso de escribirlo. Yo había pensado las palabras, las había escrito, las había “tecleado” usando un programa de dictado y las había editado. Había elaborado y organizado todos mis argumentos.

Sí, recibí ayuda de mi madre y de mi tutor y utilicé la como el software de dictado, un corrector de ortografía y audiolibros. No obstante, nadie lo hizo por mí. Yo había completado auténtica y honestamente cada parte del trabajo.

También había sido capaz de mostrar mi capacidad intelectual y mi comprensión del tema. Si no hubiera podido escribir usando esos apoyos, los párrafos hubieran sido desorganizados. No hubiera podido expresar mis ideas por escrito con la misma claridad con que las pensaba.

Sentirse como una tramposa

Yo sabía que nunca podría escribir como los otros chicos. Pero al menos había encontrado una manera que me funcionaba. Sentí que había hecho algo bien, meticulosamente y con orgullo.

Así que cuando mi maestra me preguntó cómo había escrito el trabajo, me sentí avergonzada, como si fuera una tramposa. Me sentí menospreciada. Nada de lo que dijera mi mamá podría levantarme el ánimo o eliminar la sensación de inseguridad y vergüenza.

Esa no fue la última vez que me sentí de esa manera. Con los años, comentarios hirientes de mis compañeros contribuyeron a que me sintiera así.

“No entiendo cómo recibiste una mejor calificación que yo…¿acaso no eres disléxica?”.

“Ojalá que yo pudiera tener más tiempo para terminar los exámenes; ¿por qué te permiten tener más tiempo si ya tienes buenas calificaciones?”.

Cuando escuchaba comentarios como esos, me cuestionaba. ¿Estoy recibiendo demasiada ayuda? ¿Estoy haciendo trampa cuando uso todas estas adaptaciones?

De hecho, desde que tuve esa primera experiencia con esa maestra, me sentía insegura de cada trabajo que escribía, incluyendo mi tesis en la Universidad de Cambridge.

Pensaba, ¿Es el resultado de mi esfuerzo? ¿Merezco entregarlo? ¿Esta calificación en realidad refleja mis habilidades?

Con el tiempo, mi proceso para escribir se ha optimizado y he necesitado menos ayuda. Pero aun así, cada vez que me ayudan escucho esa vocecita en mi cabeza.

Eso es un problema.

Menos vergüenza, más comprensión

Ninguna persona que tenga dificultades de aprendizaje y de atención debería sentirse avergonzada de encontrar una manera que le funcione para hacer algo bien. Hacer algo de manera diferente no es hacer trampa; es innovador e ingenioso. ¿No se supone que esas son habilidades que deberíamos aprender de todas maneras?

Desde que comencé a trabajar parece que mi proceso para escribir es más “normal” de lo que se esperaba en la escuela. Nadie en la vida real escribe solo o sin la ayuda de un corrector de ortografía.

No culpo a aquella maestra ni a los estudiantes. No es su culpa. Basándome en lo que he visto, muchas personas creen que solo hay una manera de escribir. Hasta que no apreciemos y respetemos todas las formas de pensar, continuaremos haciendo sentir como ineptos a todos los que aprenden de manera diferente y cuestionaremos lo que son capaces de lograr.

Si usted tiene un hijo con dificultades de aprendizaje o de atención que está empezando a irle bien en la escuela con apoyo, haga todo lo posible para ayudarlo a entender que sus logros son fruto de su esfuerzo. No de su familia. No de sus tutores. Ni de su calculadora, ni de su procesador de palabras u otra tecnología de asistencia.

Diga a su hijo: eres quien ganó la batalla, celébrala y no permitas que nadie te quite el mérito.

¿Alguna vez su hijo ha dicho “soy tonto”? Lea sobre maneras útiles de responder. Y revise oraciones que su hijo puede usar para iniciar una conversación para abogar por adaptaciones y defender sus derechos.

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