La pregunta de mis padres que me ayudó a abogar por mí misma

Cuando en segundo grado fui diagnosticada con dislexia, la neuropsicóloga describió perfectamente mi experiencia. Me dijo que mi cerebro estaba usando software para Macintosh y que trataba lo mejor que podía de comunicarse con un mundo hecho para PC.

En 1997 esto era un problema serio. No era que hubiera algo malo con el software que tenía, era que el mundo aún no estaba listo para usarlo.

Afortunadamente, al mejorar la comunicación entre Mac y PC en el 2000, también mejoró mi desempeño académico. En aquella época, pasé de ser expulsada de mi primera escuela primaria a graduarme de bachillerato con las mejores calificaciones.

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De allí a la universidad. Obtuve una licenciatura en Whitman College y una maestría en The University of Cambridge, Inglaterra. Desde que me gradué, he trabajado como defensora de la educación en organizaciones sin fines de lucro.

Mis padres tuvieron un rol importante en mi éxito. Me ayudaron a encontrar la manera de poner fin a la falta de comunicación que tenía con el mundo.

Cuando pienso en cómo lo hicieron, algo destaca. Cuando tenía momentos difíciles, mis padres siempre me preguntaron: “¿Qué podría hacerlo más fácil?”.

Para mí, esta sencilla pregunta marcó la diferencia.

La primera vez que uno de mis padres me hizo esta pregunta fue a principios de primaria, cuando estaba en casa intentando leer un libro con mi mamá. Lo intentaba una y otra vez y no lo lograba. Me puse a llorar.

Finalmente, mi madre en su desesperación me dijo: “Sé que esto es difícil, ¿qué podría hacerlo más fácil?”.

Yo contesté: “Si construimos una fortaleza y leo dentro de ella…eso podría hacerlo más fácil”.

Así que lo hicimos. Puede parecer tonto, pero construimos una fortaleza con sábanas, almohadas y sillas. Después nos sentamos adentro con un libro y el perro, y de hecho lo hizo más fácil.

Construir la fortaleza me dio tiempo para prepararme mentalmente para la actividad que más temía. Hizo que la actividad de leer pareciera que podía ser divertida. Y al menos me proporcionó cierta sensación de control cuando yo sentí que no lo tenía.

Por supuesto que construir una fortaleza no hizo que milagrosamente leyera, pero me puso en el camino de descubrir lo que necesitaba para progresar.

También abrió una puerta que me ayudó a entenderme a mí misma. Empecé a aprender cómo articular lo que me resultaba difícil, por qué era difícil y qué cambios lo harían más sencillo para mí.

Una vez que pude decir por qué algo me resultaba complicado, comencé a entender lo que necesitaba para tener una situación apropiada para aprender. Y lo más importante, aprendí cómo pedirlo.

A menudo los padres buscan expertos para aprender cómo motivar a un niño o ayudarlo con la tarea, y eso es excelente y muy útil. Pero a veces es más útil consultar al mejor experto de todos: el niño que tienen enfrente. Preguntarle a los niños qué necesitan les da la oportunidad de aprender a abogar por sí mismos, una habilidad que me condujo hasta donde estoy hoy en día.

Así que la próxima vez que su hijo tenga problemas, considere preguntarle: ¿Qué podría hacerlo más fácil?”.

No siempre pueda que obtenga una respuesta inmediata o la más directa o sencilla. Pero lo estará iniciando en el camino de aprender sobre él mismo, de encontrar su voz y abogar por sí mismo.


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