Cuando mi hija fue llamada “niña de educación especial”
Mi hja me miró con furia. “Ciencia no es mi materia preferida. La detesto”.
Yo estaba sorprendida. ¿No había estado disfrutando hacer experimentos en el laboratorio? Ya no, me contestó, y atropelladamente me contó la historia: Hace dos días le pidió ayuda a su maestra de escuela media y la maestra la había llamado “niña de ”, en presencia de otro estudiante.
“¡Estoy furiosa!” dijo mi hija. “¿Puedes creer lo que hizo la maestra?”.
No, no podía. Habiendo tenido una hija que ya había pasado por la escuela media, esperaba que Annie recibiera comentarios ignorantes e insensibles de otras niñas. ¿Pero de su maestra? ¿Acaso no sabía que Annie, como la mayoría de chicos con dificultades de aprendizaje y de atención, no quiere ser identificada como “diferente” o “la otra”? ¿Que etiquetas como “educación especial” pueden ser estigmatizantes?
Mi hija menor es una estudiante de educación general que aprende ligeramente diferente. Necesita apoyo adicional, no una maestra que la etiquete como inferior a los otros.
Le prometí que iba a hablar con la maestra. Dejé un mensaje de voz en el teléfono de la maestra. No hubo respuesta. Días después, llamé al líder del grupo de estudio que se encarga de las evaluaciones en la escuela. Ella me aseguró que hablaría con la maestra.
Muy pronto, el incidente parecía lejano. Mi hija se puso a trabajar con un compañero de clase en un proyecto para ganar un crédito adicional en ciencia, haciendo un video que ilustraba cómo se forman las olas. La maestra había entusiasmado a los estudiantes a que hicieran proyectos para ganar créditos adicionales y aseguró que algunos serían presentados en la feria de la escuela.
Sin embargo, semanas más tarde mi hija sacó un papel arrugado de su mochila y me lo lanzó diciendo, “¡lee!”.
Desplegué el papel y vi que era una hoja donde la maestra de ciencia calificaba el proyecto. Estaba repleta de críticas sobre cosas en el video que “no eran claras” o eran “confusas”. La maestra había escrito que mi hija no recibiría el crédito adicional. Ni un punto extra. No había ningún comentario positivo.
Se la mostré a mi esposo esperando que me tranquilizara, pero él se enfureció aún más que yo. No era la calificación lo que le molestó, sino que la maestra no parecía querer esforzarse en enseñar a Annie: “Es esta la manera como trata a un estudiante con dificultades que hace un esfuerzo adicional? ¿Qué clase de mensaje está enviando?”. Juntos, escribimos un correo electrónico al director de la escuela.
En 24 horas el director nos respondió, diciendo que nuestra hija recibiría el crédito adicional. Luego de varios correos electrónicos de ambas partes, la maestra en persona le dijo a mi hija que recibiría el crédito por su proyecto. Luego, para sorpresa de mi hija, la maestra se disculpó.
“Ella me dijo que se había equivocado”, afirmó incrédula nuestra hija.
“Ella se equivocó”, corroboré yo.
¿Por qué la maestra decidió pedir disculpas? No estoy segura, lo que sí sé es que mi hija y yo aprendimos una buena lección de vida.
Yo aprendí que si tenemos un problema con los maestros de educación general, debemos dirigirnos a su jefe, el director. A pesar de las buenas intenciones que el grupo de estudio de la escuela tenga, puede que no tenga autoridad sobre los maestros de educación general.
¿Y qué aprendió mi hija? Le recordó la importancia de decir lo que piensa y defenderse. Aprendió que los adultos también se equivocan, y que una disculpa sincera, aunque no borra los errores, es algo muy poderoso. Esa es una lección que probablemente mi hija nunca olvidará.
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