La historia de mi evaluación del TDAH en la universidad

Mis dificultades de atención finalmente me pasaron factura en mi tercer año de universidad. Había reprobado anatomía humana por segunda vez y estaba teniendo problemas para manejar la situación. Mi habitación parecía que había sido arrasada por un tornado y discutía constantemente con mis padres.

Había alcanzado el punto donde sabía que lo que pasaba en mi cabeza no era lo mismo que le ocurría a los demás. Tenía información sobre el y a menudo había pensado que tenía que ver conmigo. Sin embargo, fue duro para mí tomar en serio mis preocupaciones ya que muchas personas se burlan del TDAH.

Con un provechoso empujón de un profesor decidí buscar información sobre su evaluación. No obstante, el proceso no fue tan sencillo como yo esperaba.

¿Cuál es su principal preocupación?

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Cuando le dije a mi mamá que quería ser evaluada para saber si tenía TDAH, su primera respuesta fue: “¿por qué quieres hacerlo?”.

Ella sabía que yo tenía dificultades, así que escucharlo realmente me dolió. No se lo comenté otra vez. No quise crear las condiciones para sentirme mal.

Eso significó que tuve que conseguir una evaluación por mis propios medios. El problema era que sólo podía usar el seguro de salud por medio de mis padres. Así que decidí acudir a una clínica gratuita.

Mi primera cita duró alrededor de una hora. Básicamente conté la historia de mi vida a un estudiante de psicología y a su supervisor. Revisamos mi historia médica, así como mis experiencias escolares y laborales. Me preguntaron sobre mis padres y mis amigos, cuáles eran mis pasatiempos y en qué cosas pensaba que era buena. También escucharon mis preocupaciones.

Fue difícil hablar con tanta honestidad. Les conté cosas que nunca antes había puesto en palabras.

En las siguientes tres sesiones el terapeuta me realizó diversas pruebas de memoria, atención y habilidades del pensamiento. Cada sesión ocurrió en días diferentes y duró un par de horas.

Una parte de la evaluación era para saber si había tenido síntomas del TDAH cuando era niña. El terapeuta quería que mi mamá viniera y les contara sobre mi infancia. Tuve dudas, pero finalmente se lo pedí a mi mamá. Para mi sorpresa accedió. Ella se había enterado que uno de sus colegas tenía TDAH y había estado buscando información. Saber que estaba interesada me ayudó a sentirme mejor.

Dos meses después de terminada mi evaluación me entregaron un reporte de ocho páginas.

La evaluación aclaró otras cosas además de las dificultades de atención. Me enteré que mi habilidad para expresarme a través de la escritura estaba especialmente desarrollada, pero que mi velocidad de procesamiento era demasiado lenta. Esto último no me lo esperaba ya que hablo con rapidez y realmente no tengo problemas para conversar.

No obstante, explicaba que me resulta difícil otras cosas, como hacer cálculos matemáticos mentalmente, recordar instrucciones, tomar apuntes e incluso hacer deportes en equipo. También aprendí que mis problemas con anatomía humana estaban relacionados con una memoria visual limitada.

Aunque busque ser evaluada porque pensaba que tenía TDAH, los resultados me tomaron por sorpresa: No podían determinar si tenía TDAH o no. Me encontraba en la categoría de “quizás” (afortunadamente, el reporte de la evaluación ayudó a otro profesional a diagnosticarme con TDAH varios meses después).

En cuanto salí de la clínica llamé a mi mamá para decirle los resultados. Le dije que ahora podía recibir apoyo en la universidad y ella se contentó al escucharlo. Me comentó que había estado leyendo en la Internet sobre las dificultades de aprendizaje y de atención.

Le tomó tiempo, pero estaba empezando a comprender mi diagnóstico. Hoy en día, no sólo intenta entenderme sino también ayudar a otros a entender el TDAH.

Haber sido evaluada para el TDAH significó algo más que averiguar si tenía TDAH. Significó conseguir ayuda en la escuela y apoyo de los que me rodean, como mi madre. Significó entender cómo funciona mi cerebro y cómo sacar provecho de mi condición. Y, además significó poder explicar a los que me rodean porqué veo la vida de manera diferente.

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