La dislexia de mi hija me mostró que estaba abordando mal las conferencias de padres y maestros

Las conferencias de padres y maestros solían ser agobiantes para Suzie. Tanto así que casi pasó por alto las señales de que su hija tenía problemas con la lectura. Esta es su historia.

Estaba sentada en una silla para niños frente a la maestra de kínder de mi hijo. Mis manos estaban sudorosas por una mezcla de nerviosismo y ansiedad. Le temía más a las conferencias de padres y maestros que a las revisiones anuales de mi trabajo. Y se notaba mucho. 

Resultó que no tenía motivos para estar preocupada. Mi hijo era un buen estudiante: servicial, inteligente y amable. Le estaba yendo bien. Pero había un problema: A menudo incitaba a los niños para que se portaran mal en clase. Inmediatamente me disculpé por eso y le dije a su maestra que hablaría con él en casa.

Cuando mi hija empezó a ir a la escuela unos años más tarde, creía que sabía lo que podía esperar en las conferencias de padres y maestros. O al menos en parte. Supuse que escucharía informes similares a los de mi hijo. De hecho, vi algunos trabajos de mi hija que mostraban que lo estaba haciendo muy bien. Pero ¿y su conducta? “Es un encanto”, me dijo su maestra. 

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Durante un tiempo, los comentarios coincidían con lo que yo veía en casa. Así que nunca consideré hacerles preguntas a ninguno de sus maestros. Mi hijo hacía rápidamente los pocos deberes escolares que le asignaban. A mi hija le costaba hacer los suyos, pero finalmente lo conseguía. Mi hijo era sociable y extrovertido. Mi hija era reservada e introvertida.

No fue hasta que empecé a notar las dificultades que tenía mi hija al leer que comencé a preguntarme si algo andaba mal. Cuando leíamos juntas, mi hija omitía una que otra palabra. Otras veces las adivinaba. Yo me enojaba y le decía que no se estaba esforzando lo suficiente. Ella entonces cerraba el libro de golpe y se negaba a seguir leyendo. Supe que tenía que hacer algo.

Se aproximaba la conferencia de padres y maestros. Así que comencé a preparar preguntas para hacerle a su maestra de segundo grado. Una de ellas era: “¿Cree que mi hija se está retrasando?”.

Su maestra me mostró los resultados de una evaluación de lectura que me dejaron sin palabras. Su puntaje en fonética y vocabulario correspondía al nivel de kínder. Sentí que estaba a punto de llorar mientras revisaba los resultados. Su maestra me aseguró que no tenía que preocuparme. Pero yo no podía dejar de pensar que algo andaba mal.

Entonces, al inicio del nuevo año escolar me propuse obtener respuestas. Programé una cita para hablar con la maestra de tercer grado. Después de algunas reuniones, acepté que evaluaran a mi hija para determinar si tenía una discapacidad del aprendizaje. Pronto descubrimos que tenía dislexia. 

Yo estaba enojada. “¿Desde cuándo enfrentaba esas dificultades?”. Los maestros anteriores nunca dijeron nada sobre los problemas de mi hija con la lectura. Pero yo tampoco hice esas preguntas difíciles.

Como puede ver, abordé mal esas conferencias de padres y maestros. Quería que mis hijos fueran considerados estudiantes “perfectos”. Que los elogiaran por su inteligencia y comportamiento. Consideré los comentarios entusiastas de sus maestros como una señal de que yo era una gran madre.

No hice preguntas difíciles. No expliqué lo que estaba pasando en la casa, como las dificultades con las tareas y las lágrimas. Me apresuraba en las reuniones con los maestros, en lugar de discutir con calma cómo podríamos colaborar para ayudar a mis hijos a progresar más.

Mis hijos están actualmente en la escuela media, y las conferencias de padres y maestros son opcionales. Aunque en el pasado eso hubiera sido un sueño hecho realidad para mí, todavía me inscribo para asistir a esas reuniones. Ahora sé que colaborar con los maestros, a pesar de las conversaciones difíciles, es la mejor manera de que mis hijos progresen.

Descargue una hoja de trabajo que lo ayudará a prepararse para las conferencias de padres y maestros.

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