Lo que le costó a un niño con dislexia como yo amar los libros
Para mí y para muchos otros con , leer las cosas impresas en una hoja es como tener una conexión mala de teléfono celular. La información se cae. No puedo acceder al contenido. Pero cuando escucho un libro en una grabación o en un programa de computadora hablado, es como tener una línea de teléfono directa. Me conecto bien y todo está claro. Esto es algo como: la "mainstream" (corriente principal) de los “lectores oculares”. Las personas ciegas usan braille y la “lectura dactilar”. Yo uso “lectura oída”.
Cuando yo era niño quería, desesperadamente, entender el goce de la lectura. Este deseo se convirtió, rápidamente, en un sentimiento de vergüenza. Asumí que mi “lectura ocular” lenta era culpa mía. Me culpaba por no intentarlo lo suficiente. Hacía de cuenta que no estaba batallando. Quería que todos pensaran que yo era un “buen lector”. ¡Incluso, gané un concurso de separadores de libros local! Pero toda mi energía se iba en ocultar lo que realmente era.
A pesar de todos mis retos, logré sobrellevar la escuela muy bien. Eventualmente terminé estudiando derecho en la universidad de Stanford. Y fue allí en donde empecé a usar servicios como Bookshare y Learning Ally. Estos servicios me permitían obtener versiones de audio de los libros que necesitaba leer. Esto fue un gran cambio. Finalmente pude poner toda mi energía en lo que estaba leyendo en lugar de cómo lo estaba leyendo.
Mi experiencia fue tan inspiradora que fui a trabajar como director de acceso a la tecnología de Intel Corporation. Allí inventé un producto llamado Intel Reader. Este producto podía tomar fotos de todo el material impreso y leerlo en voz alta allí mismo.
La respuesta fue positiva. Vi que la tecnología de punta podía ser de gran ayuda par alas personas con dislexia. Aun así no se puede quitar el sentimiento de ser dejado a un lado en cuanto a los libros impresos. O la vergüenza cuando se trata de leer un menú.
Me di cuenta de que, para enfrentar los retos emocionales de leer los libros, tenía que escribir uno. Así que puse en práctica todas las habilidades que había perfeccionado, incluyendo hablar a una computadora que escribía lo que yo decía. Escribí un libro de 300 páginas publicado por Ramdom House.
Mi maravillosos padres me ayudaron durante los momentos difíciles cuando yo era niño. Escribí este libro para ayudar a otros padres a ayudar a sus hijos.
Como adulto, es muy impactante ver tu nombre en la puerta de un edifico de lujo al que tenías prohibida la entrada cuando eras niño. Siento lo mismo al ver mi nombre escrito en un libro que yo escribí. Quiero invitar a los padres para que sus hijos con dislexia no se queden fuera del placer de la lectura. Si todos trabajamos juntos para construir las rampas y facilitar el acceso, en lugar de culpar a los niños por no dar la talla, podemos ayudarlos a caminar con confianza en el mundo de las palabras e, incluso, aprender a amarlas.
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