La dislexia no fue un obstáculo para la pasión de mi hija por el fútbol

“Mamá, ¿puedo jugar fútbol aunque sea disléxica?”.

Esa fue una de las primeras preguntas que mi hija Jocelyn me hizo después de haber sido diagnosticada con dislexia en cuarto grado.

Esperaba que me preguntara acerca de la escuela o la lectura. Sin embargo, me preguntó sobre fútbol, lo que más le apasiona en la vida.

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Jocelyn empezó a jugar fútbol aproximadamente en la misma época que supimos que tenía dislexia (también tiene y ). Tenía muchos problemas en la escuela, especialmente para aprender a leer. El fútbol la ayudó durante esos momentos difíciles.

Si tenía un buen día en la escuela, regresaba a casa sonriente y me decía que quería merendar.

Pero si le iba mal en la escuela, como frecuentemente le ocurría, llegaba a casa de mal humor y se iba directamente al patio. En ocasiones, pateaba el balón de fútbol contra la pared o intentaba que el perro jugara fútbol con ella. De cualquier manera, estaba claro que ella necesitaba liberar sus tensiones y que el fútbol era la manera en que lo hacía.

Cuando terminaba, entraba a la casa y hacía su tarea. Seguía sin ser fácil, pero después de que había jugado con el balón estaba dispuesta a dedicarse al trabajo escolar.

Como mamá, pienso que instintivamente comprendí lo importante que era el fútbol en su vida. Sentía que mi labor era asegurarme de que ella continuara jugando lo que la apasionaba.

Lo divertido es que nunca planeé que el fútbol fuera parte importante de su vida (ni de la mía). Yo nunca había jugado fútbol. A decir verdad, ¡hasta el día de hoy no entiendo las reglas!

Pero el fútbol era su pasión. La motivaba a seguir adelante.

Así que me convertí en una mamá involucrada en el fútbol. Viajé por todo el estado (y más tarde por el país) para acompañarla en sus juegos. Cuando pasó de jugar por pasatiempo a jugar en un club élite de fútbol, la apoyé todo el tiempo. Yo miraba mientras ella jugaba en un equipo de desarrollo olímpico.

Hubo momentos en los que estuve tentada a decirle que la retiraría del fútbol si no hacía su tarea escolar. Pero pienso que eso no hubiera sido una buena decisión. Cuando tenía esos pensamientos, me decía a mí misma que cuando se destacaba en el campo de fútbol también se destacaba un poco fuera de él.

El fútbol era el único lugar donde ella era simplemente Jocelyn, la portera. Sin ninguna otra etiqueta.

Para mí, no importa qué pasiones quieran alcanzar los chicos mientras sean saludables y buenas para ellos. Puede ser preparar galletas, cantar en un coro... o incluso hacer origami.

El hijo de una de mis mejores amigas tiene dificultades de aprendizaje y de atención y es un apasionado del origami. Cada cumpleaños o día festivo sé que recibiré un increíble origami de parte de él. Una vez, mi amiga me contó que su hijo puede sobrellevar mejor la escuela porque dice que él es “el mejor creador de origami del estado”.

Lo importante para chicos como el hijo de mi amiga y Jocelyn es que cuando están haciendo lo que les gusta, sus dificultades de aprendizaje y de atención no importan.

Este año, Jocelyn se graduó de bachillerato con un GPA de 3,7. Obtuvo la beca 2016 Allegra Ford Thomas otorgada por el socio fundador de Understood National Center for Learning Disabilities (NCLD). Asistirá a la universidad en el estado de Washington para estudiar administración del deporte. En la universidad también será pasante en Seattle Reign, un equipo profesional de fútbol de mujeres.

Jocelyn ha logrado salir adelante porque recibió en la escuela los servicios, apoyos y adecuadas. Pero sé que también el fútbol jugó un papel importante. Su vida es mucho más que un diagnóstico de dislexia y el fútbol es una razón importante.

¿Quiere saber más sobre April y su hija Jocelyn? Vea este video acerca de su visita a Washington, D.C. para dar testimonio sobre la dislexia.

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