¿Puede una resonancia magnética funcional demostrar que mi hija tiene dislexia?

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Desafortunadamente, las imágenes cerebrales no pueden ser usadas para “demostrar” que un niño tiene dislexia. Lo mismo ocurre con otras diferencias en la manera de pensar y aprender como el TDAH.

Los científicos emplean la resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés) y otras tecnologías como el electroencefalograma (EEG, por sus siglas en inglés) para estudiar cómo funciona el cerebro cuando desarrolla tareas complicadas como leer. Esas herramientas se están usando para crear mapas del cerebro más precisos.

Pero no todos los cerebros lucen igual. Si selecciona dos personas al azar, encontrará que la anatomía y función de sus cerebros no es idéntica, al igual que no lo son sus caras. Necesitamos entender estas variaciones antes de que podamos conocer en qué se diferencia el cerebro de una persona con dislexia.

Otro reto de las investigaciones que emplean fMRI es que las diferencias entre las imágenes cerebrales de las personas con y sin dislexia son pequeñas. Es por ello que las investigaciones necesitan examinar grupos de personas para determinar qué diferencias realmente corresponden a la dislexia. Por lo general, en un estudio se comparan 15 o más personas que tienen dificultades para leer con un número similar de personas que no tienen dificultades con la lectura. El estudio determina si existen diferencias estadísticas significativas entre los dos grupos.

En otras palabras, se requieren muchos cerebros (¡literalmente!) para poder identificar de manera confiable qué características son diferentes en las personas con dislexia. Un solo cerebro no es suficiente.

Algunos investigadores han empezado a usar imágenes cerebrales para tratar de identificar a personas con dislexia. Pero esto sigue siendo un concepto. Para que sea una realidad, los investigadores necesitan desarrollar técnicas que les permitan señalar diferencias que puedan ser identificadas de manera confiable en la mayoría de las personas con dislexia.

El médico de su hija puede que haya escuchado de algo llamado “fMRI clínico”. Por ejemplo, la fMRI puede ayudar a mapear áreas en el cerebro asociadas con el lenguaje para poder esquivarlas cuando un cirujano elimina un tumor. Pero para que esto se convierta en una práctica de diagnóstico aceptable es necesario que los investigadores proporcionen evidencias que demuestren que una fMRI es útil y confiable.

No hemos llegado al punto donde una fMRI puede ser utilizada para identificar la dislexia. Cuando los niños participan en uno de esos estudios, siempre les decimos a los padres que les daremos a conocer los resultados de las pruebas de comportamiento que se incluyen en el estudio. Por ejemplo, algunos padres quieren saber el puntaje en las pruebas de lectura de sus hijos. Estas pruebas se realizan separadamente de la sesión en la que se realiza la fMRI.

Nunca entregamos a las familias una interpretación basada en las imágenes cerebrales. Y no podemos comentar sobre las diferencias de ninguna persona (a menos que hagamos una observación incidental, como un tumor). Entregamos a los niños una imagen de su cerebro, que siempre les parece fascinante. Pero el cerebro de un niño con dislexia no se ve diferente a simple vista.

Quizás llegue el día en que las imágenes cerebrales jueguen un papel en la identificación de la dislexia. Hasta entonces, los padres necesitan continuar usando opciones tradicionales como la evaluación neuropsicológica. Este proceso puede ofrecer información útil sobre las fortalezas y desafíos de su hija. También puede sustentar decisiones acerca de los servicios y apoyos que necesita en la escuela.

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